Thursday, June 21, 2007

Cronología del Vicio, texto introductorio de Víctor Díaz Sarret*


La particular obra de Daniel Kohen difícilmente pude ser definida bajo nociones académicas, pues pareciese siempre intentar inscribirse desde ámbitos distantes a lo que tradicionalmente llamamos como “circuito del arte” y, en especial, desligándose muchas veces de los más altos valores y cánones del arte “Bello”. En ese sentido, la extrañeza que genera a la mirada la producción escultórica alude, necesariamente, a la propia materialidad con la cual han sido generadas aquellas indefinibles figuras —imprecisas en cuanto que esculturas, pero formas claramente distinguibles— que encarnan en los materiales más innobles y pedestres, y que elaboran alegorías de significantes desparramados y dispersos.

Estaremos de acuerdo en que es una extraña manera de abordar la escultura, aquella que nos ha acostumbrado al monumento dignificante, a la forma decorativa, y a la operación aséptica del blanco mármol. Y que, cuando por fin se desembarazó de tales parámetros, se transformó en otra cosa: instalación, site-specific, land art, objeto de arte.

Surgen las preguntas indispensables: Entonces, ¿dónde podríamos excavar para encontrar las raíces de la obra de Kohen? Y ¿por qué podemos convocar todavía a la escultura para definirla?

Las respuestas —veremos— son evidentes, pues se abalanzan contra nuestros ojos. Allí donde debiese perpetuarse la corrección formal y la tersura de la escultura, las obras se nos muestran en su confección puramente artesanal. Ahí donde el monumento declama y narra, los objetos de Kohen metaforizan y dialogan; es la operación barroca tan propia de lo latinoamericano, que se vincula poderosamente con el imaginario cristiano y con su moral, pero que en ningún caso rehuye asimilar cualquier otro elemento que le otorgue sustento, ya sea la mitología grecolatina, la cultura popular, el folklore y, en el caso de Kohen, también aquel nexo con el judaísmo en sus estratos más profundos.

De tal modo, la producción de este novel artista se ubica aún en el campo escultórico, solamente en la medida en que se aproxima mayormente a la artesanía latinoamericana. Y viceversa, a Daniel Kohen se lo podría llamar un artesano, solamente en la medida en que sus objetos se aproximan fundamentalmente a la escultura. Aquel linde, aquel hiato, se nos muestra como una artesanía crítica y significante, o bien, como una escultura profundamente nativa y popular.

Víctor Díaz Sarret.

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